martes, 14 de octubre de 2014

San Francisco de Asís

Hoy celebramos a San Francisco de Asís, ejemplo de pobreza, armonía y paz
“Conozco a Cristo pobre y crucificado, y eso me basta", decía San Francisco de Asís, cuya fiesta se celebra cada 04 de octubre y a quien el Papa, que  lleva el nombre de Francisco por este Santo, lo definió como hombre de armonía y de paz.
San Francisco nació en Asís (Italia) del 1182, en una familia acomodada. Tenía mucho dinero y lo gastaba con ostentación. Sólo se interesaba por “gozar la vida”.
En su juventud se fue a la guerra y es tomado prisionero. Luego de ser liberado cae constantemente enfermo hasta que escucha una voz que le exhortó a “servir al amo y no al siervo”.  Retorna a casa y con la oración fue entendiendo que Dios quería algo más de él.
Comenzó a visitar y servir a los enfermos y hasta regalar sus ropas o el dinero. De esta manera desarrollaba su espíritu de pobreza, humildad y compasión.
Cierto día, mientras oraba en la Iglesia de San Damián, le pareció que el crucifijo le repitió tres veces: “Francisco, repara mi casa, pues ya ves que está en ruinas”. Entonces, creyendo que se le pedía que reparase el templo físico, fue, vendió los vestidos de la tienda de su padre, llevó el dinero al sacerdote del templo y le pidió vivir ahí.
El presbítero le aceptó que se quedara, pero no el dinero. Su padre lo buscó, lo golpeó furiosamente y, al ver que su hijo no quería regresar a casa, le exigió el dinero. Francisco, ante el consejo del Obispo, le devolvió hasta la ropa que llevaba encima.
Más adelante ayuda a reconstruir la Iglesia de San Damián y de San Pedro. Con el tiempo se traslada a una capillita llamada Porciúncula, la cual reparó y se quedó allí a vivir. Por la caminos solía saludar diciendo: La paz del Señor sea contigo”.
Su radicalidad de vida fue atrayendo a algunos que querían hacerse sus discípulos. Es así que en 1210 Francisco redactó una breve regla y junto a sus amigos se fue a Roma, donde obtienen la aprobación.
El Santo hizo de la pobreza el fundamento de su orden y el amor a la pobreza se manifestaba en la manera de vestirse, los utensilios que empelaban y los actos. A pesar de todo, siempre se les veía alegres y contentos.
Su humildad no era un desprecio sentimental de sí mismo, sino  la convicción de que “ante los ojos de Dios el hombre vale por lo que es y no más”.
"Hay muchos que tienen por costumbre multiplicar plegarias y prácticas devotas, afligiendo sus cuerpos con numerosos ayunos y abstinencias; pero con una sola palabrita que les suena injuriosa a su persona o por cualquier cosa que se les quita, enseguida se ofenden e irritan. Estos no son pobres de espíritu, porque el que es verdaderamente pobre de espíritu, se aborrece a sí mismo y ama a los que le  golpean en la mejilla", decía.
Considerándose indigno, llegó sólo a recibir el diaconado y dio a su Orden  el nombre de frailes menores porque quería que sus hermanos fueran los siervos de todos y buscasen siempre los sitios más humildes.
Se le atribuye haber comenzado la tradición del “belén” o “nacimiento”  que se mantiene hasta nuestros días. Dios le mandó el milagro de los estigmas.
El 4 de octubre de 2013 el Papa Francisco visitó Asís y en su homilía dijo  que “San Francisco es testigo del respeto por todo, de que el hombre está llamado a custodiar al hombre, de que el hombre está en el centro de la creación, en el puesto en el que Dios – el Creador – lo ha querido, sin ser instrumento de los ídolos que nos creamos… Francisco fue hombre de armonía, un hombre de paz”.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Beatificación de María Ana Mogas

    Roma, 6 de octubre de 1996, María Ana Mogas Fontcuberta era beatificada en la Plaza de San Pedro por el Papa Juan Pablo II. 
Foto original del tapiz
En la homilía de la Beatificación Su Santidad nos dijo: 
    “La alegoría de la viña nos habla del amor entrañable de Dios por sus hijos. A este amor supo responder generosamente la madre María Ana Mogas Fontcuberta y dar así abundantes frutos. Ella, renunciando a una posición social acomodada, forjó, junto al sagrario y a la cruz, su espiritualidad inspirada en el Corazón de Cristo y basada en la entrega a Dios y  al prójimo con "amor y sacrificio". Fiel al ideal franciscano, mostró preferencia por los Plaza de S. Pedro, Roma 6 de octubre de 1996pobres, la capacidad de perdonar y olvidar las ingratitudes e injurias, así como la dedicación a los enfermos y a los que padecían alguna carencia. De ese modo respondió a la llamada del Señor a trabajar en su viña, con un estilo tan auténtico, que su santidad no impedía que fuera tan jovial... 
Este es el estilo que transmitió a su hijas, las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, expresado en su última exhortación: 'Amaos unas a otras como yo os he amado y sufríos como yo os he sufrido: Caridad, caridad verdadera. Amor y Sacrificio'"(Extracto de la homilía del Santo Padre, en su Beatificación, 06.10.96) 
La Beatificación ha sido precedida por una intensa preparación bajo el lema: “De camino, María Ana como tú” cuyas vivencias han sido compartidas en el acto de Acogida en el que participaron activamente los distintos grupos de la gran familia de María Ana, radicada en América, África y Europa: 
                     “Venimos de mil caminos...
                                Con frutos de mil semillas ...
                                            Con el agua de mil fuentes...”
El día 7 de octubre, en la cuna delMisa de Acción de Gracias en la Porciúncula, Asís. franciscanismo, en la Basílica de Santa María de los Ángeles, La Porciúncula, de nuevo,  nos reunimos como familia, para dar gracias por el don de María Ana a la Iglesia, al mundo, en una solemne Eucaristía presidida por Mons. Cipriano Calderón que terminaba así su homilía: 
"Nosotros aquí, con el Seráfico de Asís y con la Beata María Ana Mogas Fontcuberta, vamos a  sentirnos estimulados, comprometidos, con esa espiritualidad que caracterizaba a la Beata y por el afán de una evangelización de urgencia, de esa Nueva Evangelización, a la que nos ha convocado el Santo padre, Juan Pablo II,  Oración de los fielesde cara al tercer milenio.  Nosotros después de estas gozosas jornadas, partiremos de Asís y de Roma, dispuestos a recorrer el mundo, con la alegría del amor, del sacrificio y de la pobreza, evangelizando para anunciar a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo el nombre de Jesús, para signar su frente con la “Tau” franciscana: la cruz de Cristo Salvador y Redentor. 
Que la Madre del Divino Pastor nos guíe y asista en esta fascinante tarea eclesial. Así sea”.